Ahora que han pasado cuarenta años desde que se inicio la
Transición, que yo he llamado Transposición y que he explicado en otro post, se
pueden afirmar con rotundidad y más que anhelos de objetividad algunas cosas.
La primera es que los partidos políticos tradicionales han
fracasado. Han fracasado en el proyecto de sacar a España del pozo de la
dictadura y convertirla en un país verdaderamente democrático, con unos poderes
independientes y una ética política moderna, en la que el servicio a la
sociedad no siguiera siendo una forma de vida y de empleo. En la que la línea
de prioridad: Pueblo, Partido, Político, pudiera imponerse y no seguir con esa
otra farisaica de primero el político, después el partido y por último el
ciudadano. Hoy se puede afirmar que el PP es el partido más corrupto que ha
habido nunca en España, desde que se tienen noticias de que la política podía
ser un invernadero para incapaces, pelotilleros y delincuentes. El PSOE fue
pisar España en plan legal y empezar a dejar de ser socialista. No ha llegado
al nivel de corrupción del PP, la falta de práctica, en la clandestinidad uno
no se puede entrenar, pero lo ha intentado. En Andalucía ha dejado el pabellón
muy bajo. En cuanto a los partidos nacionalistas que han pintado algo, el PNV
lo es tanto, lo de nacionalista, que para él, Sevilla Y Nueva York son dos
ciudades del planeta Tierra. Una más cerca que otra, pero ya está. Y del otro
partido nacionalista, ¿Qué decir?, a parte que se ha descompuesto de tan
podrido que estaba ha dado una lección de cómo se pueden utilizar los anhelos
de un pueblo para servir a una familia, algo que desde la Edad Media no se
había vuelto a ver. De los comunistas basta con ver lo mal que han hecho lo
poco que le han dejado.
Una idea del fracaso que han supuesto los partidos políticos
tradicionales la dan dos datos también muy claros.
Uno. A las primeras de cambio los verdaderos liberales se
fueron a tomar por el culo. La UCD, incipiente esperanza liberal en España, fue
machacada por un franquismo con piel de resignado, todavía poca cintura, que
despedía un hedor que en el partido de Suarez a muchos les costó la vida
política, empezando por el mismo Suarez.
Se puede decir que UCD se encontró a los liberales, Alianza Popular los
cocinó y el PP se los comió. Nunca se ha vuelto a oir hablar de ellos.
Dos. La Monarquía con todo y las equivocaciones y
corrupciones padecidas es la institución pública que siempre ha estado más
dispuesta a los nuevos tiempos, ahora también. Por encima de los partidos. Algo
insólito. Para confirmarlo sólo falta que Urdangarín vaya a la cárcel. Sería un
buen indicio de que hay esperanzas de que la Monarquía se modernice todavía
más, sobre todo en sus atribuciones, y dejar alguna importante en manos de instituciones
elegidas por el pueblo. Veremos. Pero la incompetencia y mediocridad de los
partidos políticos le ha dado más protagonismo del deseado.
La segunda cosa que
se puede afirmar después de estos cuarenta años es que ha habido otra
institución pública que ha fallado garrafalmente. El pueblo. Nosotros. Salimos
apolíticos, “in albis”, alejados de la “res pública”, temerosos, vamos como
cabra en biblioteca de la dictadura, y cuarenta años después poco hemos
avanzado. Hemos vivido de espaldas a nuestro principal negocio, nuestro país.
Hemos pagado impuestos, hemos votado pero no hemos tomado posesión de nuestro
país. Ni tan siquiera en el sector más evidentemente nuestro, los sindicatos.
Organizaciones que vivían nuestro día a día, que llegaron para defender nuestra
inmediatez, nunca han estado en manos de los trabajadores, y ya sé que ha
habido sindicalistas golfos, pero esa no es la explicación a su inoperancia y
fracaso. La explicación es que no hemos estado en la lucha, no hemos estado
presentes en sus organizaciones y han acabado siendo pasto de la apatía y la
corrupción.
Nosotros, el pueblo no nos lo hemos creído. Hasta que ha
llegado la crisis. Que no es que nos lo hayamos creído ahora si no que nos
hemos alarmado sobre manera y hemos salido a las plazas como quien despierta de
una pesadilla. Restregándonos los ojos y preguntando ¿Cómo es posible?
Y tras las plazas vienen las reacciones más lógicas:
Organicémonos y despidamos a quien no ha sabido dirigir nuestro país. Y en esas
estamos. Y para eso han surgido unos partidos que incitan directamente a la
participación. Hasta el liberal y derechista C’s se ha hecho consciente y de
manera indirecta invita a la ciudadanía a la participación.
Pero es en Podemos donde esa invitación se hace más explícita.
El sujeto de ese verbo está bien claro cuál es. Y por si fuera poco evidente
las dos iniciativas que recientemente han surgido en su seno siguen
insistiendo. Tanto Vamos! como Hacemos no tienen más que un sujeto. Es una
decidida llamada a la participación y el empoderamiento del pueblo. Quizás la
última. El sistema productivo capitalista está en crisis y mutará. Mutará hacia
donde las fuerzas que impulsen la sociedad en ese momento decidan. Y si el
pueblo no está serán los partidos políticos, las multinacionales y las
corporaciones financieras quienes decidan. Y a buen seguro que en esas
decisiones cada uno defenderá lo suyo. Así que si “nosotros” no estamos,
seguramente “nosotros” no contaremos. Aprovechemos pues esta última llamada.
Declarémonos por fina amos y dueños de este país y luchemos por lo que es
nuestro. El tren está saliendo. Igual es el último. Y después hay que salir del túnel andando...o arrastrándose. O no se puede salir.