Hoy por hoy a Catalunya le es
casi imposible deshacer el lío histórico que la liga con el resto de España. La
Historia es destino. Y ese destino le ha impuesto a Catalunya la presencia de
sus vecinos del Sur y no la de los del Norte. Con lo que eso conlleva. De haber
participado en la Revolución Francesa y estar al lado de la Reforma Luterana, a
tomar parte en la Reconquista y en el Descubrimiento de América bajo la farsa
de la Evangelización de la nefasta Iglesia Católica Apostólica y Romana que
Dios por ahora no tiene en su gloria, como a muchos nos gustaría. Paciencia.
Se podría decir que la
relación catalono-española siempre ha sido dogmatismo contra dialéctica,
cojones contra cerebro, entrañas contra formas, posibilismo contra determinismo
y así.
Si a eso le añadimos que
nadie está libre de equivocarse, corromperse, darse por vencido, inclinarse al
cambalacheo, el panorama actual no debería extrañar a nadie.
Siempre igual. Aunque en ese
igual siempre ha habido resquicios de luz. Los hubo con la Segunda República y
los hay ahora con la Democracia instaurada y consolidada, salvo catástrofe. Pero,
claro, no hay que equivocarse.
Catalunya debería aceptar que
una de sus asignaturas pendientes es obcecarse con lo que es hoy por hoy
imposible y no dedicarse a lo que es alcanzable para ella y asumible para la
otra.
Sé que convertir al resto de
España en un poco catalana es muy difícil. Hay mucho cerril en España. De hecho
es frecuente oir por los pueblos de España esta frase,
-Es que en este pueblo somos
muy brutos- seguida de una carcajada de autosatisfacción.
Cada vez hay menos cerriles,
pero los hay. Y lo que es peor, mandan.
Es una tarea ingente pero hay
que ponerse a ello. Ya que no te puedes ir, cambia los muebles. En vez de
gastarse los euros abriendo casas de Catalunya por el mundo, abrirlas en las
otras autonomías españolas.
Y luego están las decisiones.
Ahora hay una en puertas. Darle
aire al PSOE, apoyando los presupuestos o hacer que se asfixie y tenga que
sacar la cabeza, mediante elecciones, para respirar o ahogarse definitivamente.
Es una apuesta. Es la peliaguda
opción catalana.
Si hacemos servir el sentido
común y no la Fe en una Catalunya mítica, eterna, comparable a la España una,
grande y libre, este dilema es muy fácil de resolver. Basta con poner de un
lado lo que se arriesga y de otro lo que se puede ganar.
Las dos opciones son:
APOYAS LOS PRESUPUESTOS:
El PSOE sigue gobernando unos
meses más y a ver qué se puede hacer. Un referéndum, no. Pero sí trabajar en
alcanzar una mayor autonomía, mayores inversiones para Catalunya y un ir
trabajando una posible reforma de la Constitución. Y seguir luchando contra el
cerrilismo español. No hablo de los avances sociales porque al nacionalismo
catalán no parece importarle gran cosa. Está en una batalla que va más allá de
este mundo.
En contra yo no veo nada que
no esté en contra ya.
NO APOYAS LOS PRESUPUESTOS:
El PSOE convoca elecciones.
¿De verdad los nacionalistas
catalanes están dispuestos a jugar esa carta?
¿No se les pone la piel de
gallina sólo con pensar en un tripartito de PP-C’s-VOX?
A mí, al que los nacionalismos
se la sudan y el independentismo le parece innecesario si del bienestar de los
catalanes se trata, se me ponen los pelos como escarpias.
Si estos tres partidos,
acaparadores del 90% del cerrilismo español, ganan las elecciones, Catalunya
estará peor de lo que ha estado en siglos, digo siglos, ¡Eh!
Le caerá un 155 o peor, los
independentistas detenidos se pueden ir despidiendo de un indulto si hay
condena, los huidos serán acosados de todas las maneras, extradición incluida. Y
ya sabemos que Europa se está llenando de ultraderecha. Y la campaña
españolista en Catalunya será para echarse a temblar.
¿Se imaginan un ministro de
Defensa, de Interior o de Justicia de VOX?
Estoy tiritando. De miedo,
rabia, asco, pena y tristeza a la vez. Sólo de imaginármelo.
O sea, para mí, la opción
está clara.
Pero, claro, una cosa es que
en España haya cerriles y otra que en Catalunya se sepa lo que se hace. En Catalunya
y en Bruselas, claro está.
Postdata: Antes de acabar,
tengo que decirlo, si no reviento.
¿Desde cuándo es bueno para
una nave que su capitán ande detrás de la tormenta permanente? ¿Y que en vez de
estar en la nave, ande por Bruselas, Berlín, o cualquier puerto con buen ron y
voces que te doren los oídos?