Ha abdicado Juan Carlos I y el
espectáculo político ha sido el esperado, por un lado, y bochornoso, por el
otro. El esperado por parte de las fuerzas conservadoras, que quieren seguir
con la Monarquía como refugio en sus ansias de medrar a costa del pueblo, y
también el esperado por la juventud del país que víctimas del hastió y el
hartazgo quieren tumbarlo todo, sin distinciones. La parte bochornosa ha venido
por el lado de la izquierda que lleva cuarenta años chupándole el culo al
sistema y que ahora van de adalides. Estoy hablando de IU. No digo nada del
PSOE, que si tiene la picha hecha un lío con lo de las aspiraciones
soberanistas de Catalunya y País Vasco, ahora con lo de si República o
Monarquía, son un ocho en serio peligro de descoyuntarse por el lado de
Catalunya y con serias luxaciones en el País Vasco. Vamos, una puritita llaga.
En IU no se sabe muy bien dónde
empieza el afán por el voto, sobre todo ahora que ha surgido Podemos para hacer
lo que durante estos años deberían haber estado haciendo ellos, y dónde la
verdadera vocación republicana. De todas formas la sensación es que se llega
demasiado tarde.
Mientras, en algunos despachos
se parten de risa, se frotan las manos y fruto de tamaño estado de ánimo nos sigue
llegando las indicaciones del FMI: Subida de IVA, bajada de salarios y costes
sociales para las empresas.
Si en España hay planteada una
partida de ajedrez, y el pueblo es el rey blanco, el rey negro no es el rey. El
rey, ahora Juan Carlos I, y mañana, Dios mediante, Felipe VI, es un peón, o
como mucho una torre. Que está llevando a cabo una labor de distracción primorosa.
No por él, que al fin y al cabo es una pieza más y hace lo que le mandan en el
lugar que le ponen, si no por los podencos del pueblo que de olfato no es que
anden sobrados.
Y ahora voy con los podencos jóvenes.
Hastiados y ahítos de ver delincuentes entre los políticos, arremeten contra lo
primero que se les pone por delante y concentran su fuerza en intentar derribar
lo que creen que es una de las causas de sus males: La Monarquía. Error.
Si hoy en día uno le echa un
vistazo a los regímenes políticos europeos y valora la capacidad de incidir en
la riqueza y el bienestar de sus ciudadanos que tiene ser una Republica o una Monarquía,
uno enseguida se da cuenta de que si el fiel se inclina hacia un lado es el de
la Monarquía. Y es que la Monarquía que era un régimen absoluto y por lo tanto
decadente en el pasado, ha ido siendo despojada de ese poder indiscutible, con
cada evolución de las ideas políticas que en los últimos siglos han ido
surgiendo en esto de convivir los ciudadanos con más justicia y libertad, pasando
a ser un mero mecanismo de referencia simbólica, con una labor de
representación cada vez más normalizada y poco dada a improvisaciones. Es
decir, la Monarquía es el representante comercial máximo del Estado.
Las típicas acusaciones de lo
que cuesta económicamente al Estado mantener una Casa Real y sobre todo el
hecho de que no se elija cada cierto tiempo por sufragio popular, no son unas
razones que puedan mantenerse más allá de una ligera reflexión.
La Casa Real, propiamente dicha, tiene para
este 2014 un presupuesto de 8 M de euros. Y aunque no es homologable a los gastos de una
presidencia de republica, sirva decir que el presupuesto de la francesa en el
2010 fue de más de 100 M de euros.
En cuanto a los derechos sucesorios
que impiden un sufragio, y que parece que es lo que peor llevamos los
republicanos, voy a poner dos ejemplos cristalinos de cómo por caminos
diferentes se llega al mismo destino:
-Ana Botella, esposa de José
María Aznar, Presidente del Gobierno español, es “elegida” alcaldesa de Madrid.
Una mujer que tuvo la idea de meterse en política entre cócteles y probadores.
-Oriol Pujol, hijo de Jordi
Pujol, lo más parecido a un rey catalán, estaba destinado a ser Presidente de
la Generalitat catalana mediante “elección popular”, sino hubiera sido que se
metió en andurriales malolientes y corruptos.
Por no hablar de otras familias
que de padres a hijos se van pasando, eso sí, mediante la correspondiente “elección
popular” el poder.
Es decir hablamos de formas y no
de fondos. Desgraciadamente la historia es la que es. Y nos toca tener una
monarquía entregada al pueblo por un dictador. Pero una monarquía que lo ha
hecho bastante bien. Y sobre todo una monarquía que estoy seguro ha tomado nota
de que hay que hacer las cosas de otra manera, más al servicio del pueblo.
Meterse ahora en berenjenales de
Republica sí o
mejor Monarquía es algo que le importa tres cojones a los desahuciados,
a los parados y a los que tienen que ir a Caritas o a los contenedores para buscar el pan de sus
hijos.
Esto deberían entenderlo los
políticos de izquierdas de este país, en vez de andar a la caza del voto y el
aplauso.
Y los jóvenes ganarían más si
fortalecieran la conciencia de ciudadanos y consiguiésemos un pueblo fuerte y
exigente capaz de jugar la verdadera partida de ajedrez que se está jugando y
tener claro cuál es el rey a batir.
De esta manera dejaríamos de oír
las risillas irritantes que siempre llegan desde la casilla dónde se perpetra
la tan mencionada crisis, que no es otra cosa que una estrategia para ganar la
partida.
Partida que por ahora vamos
perdiendo.
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