jueves, 4 de junio de 2020

Seguimos en el hoyo



Parece mentira que después de más de cuarenta años, va para cuarenta y cinco, de la muerte del dictador, su espíritu siga vivo y que la ciudadanía que lo sustentó haya sido capaz, generación tras generación, de evitar que su semilla desapareciese.
Esto hace que periódicamente, ese espíritu, orden antes que justicia, seguridad antes que libertad, que se siente a salvo normalmente, despierte de su duermevela, crispe la sociedad y lance zarpazos dialécticos, advertencias apocalípticas ante la posibilidad de que la democracia se instale en su significado más pleno.
Esta reacción de la carcundia franquista se ha producido en dos ocasiones y ahora estamos en presencia de la segunda.
Cuando falleció el dictador y se empezaron a respirar aires de democracia, libertad, justicia, igualdad, cuando los nuevos tiempos no permitían seguir teniendo España por un cortijo, toda la clase franquista se sumió en un letargo, se camufló, con la clara intención de seguir medrando en el cenagal que un sistema como el franquista había supuesto.
Y las cosas fueron bien. La UCD de Suarez era digerible. Hubo cesiones pero seguían dirigiendo el país lo de siempre.
La victoria del PSOE de Felipe González supuso el inicio del primer estado de alerta de la clase franquista, la primera crispación. La legalización del PCE y el gobierno socialista eran señal de posible peligro. El golpe del 23F fue señal de ese malestar reaccionario. Con la llegada al poder de los trajes de pana, las soflamas del descamisado Guerra, se encendieron todas la alarmas.
Se oían voces que presagiaban tragedias, poco más o menos las mismas que se han oido con la aparición de Podemos. Confiscación de propiedades, nacionalización de empresas, un horror.
Y esa crispación tuvo sus frutos. Duró hasta que Felipe Gonzalez los convenció de que no, de que no había peligro. El socialismo se convirtió en liberalismo y la crispación desapareció. Para demostrarlo, se llevo a cabo la política de eliminación de lo publico y respeto del capitalismo más tradicional y conservadora que un socialismo de pandereta puede llevar a cabo.
El franquismo podía relajarse, ahora PP, ahora PSOE, los nacionalistas a lo suyo, las prebendas, el padrinazgo, el amiguimismo estaban asegurados.
Pero la libertad es un instrumento tozudo y durante estos años de transición ha seguido luchando contra la injusticia, el nepotismo, la desigualdad y todas esas armas que el franquismo uso con tanto acierto. Obsérvese que tras tantos años de democracia y libertad la principal sonda del franquismo, la Iglesia Católica, sigue enviando mensajes de tranquilidad con su papel preponderante en nuestra sociedad.
Ahora vivimos el segundo rebrote, palabra ahora de moda, de la rabia franquista, que de nuevo como cuando ganó el PSOE las elecciones por primera vez, ha despertado del letargo y se crispa como alcohólico sin lo suyo o maruja a las puertas de unas rebajas.
¿Por qué?
Porque gobierna un partido que como en los ochenta el PSOE, amenaza su existencia. No en vano ha salido al terreno de juego VOX, rompepiernas, bruto, de juego sucio, no en vano por la boca del PP salen cosas que enmudecerían a Fraga Iribarne. Esta vez parece que la cosa es grave. Parece que Podemos no es el PSOE. Comunistas, bolcheviques, bolivarianos han sido llamados sus dirigentes. Y lo que es peor, parece que el PSOE de Sanchez no es el PSOE de González, no sé por qué extraña razón. Quizás la fuerza del voto.
Están todas las alarmas encendidas. Hay pánico.
Los insultos arrecían. Las alarmas hiperbólicas, lo temores catastróficos, el fin del mundo se anuncian.
Y todo porque esta vez parece que estamos más cerca que nunca de conquistar una democracia plena, con derechos sociales y de la ciudadania por encima de cualquier otro interés. Libertad y Justicia verdaderamente democráticas.
¿Morirá la bestia franquista definitivamente o conseguirá con su crispación y zarpazos dialécticos que de nuevo un partido de izquierdas y reivindicativo se repliegue a posiciones liberales y nuestra democracia siga empeñada otros cuarenta años?
Yo no lo sé. Hay esperanzas y hay decepciones.
¿Qué ha cambiado desde los ochenta hasta ahora en la ciudadanía para que haya esperanzas?
Que la mayoría de la ciudadania no sabe lo que es el franquismo y las ideas de VOX le parecen artículos de souvenir trasnochado.
Nada más.
Porque Podemos, la verdad, cada vez se parece más al PSOE de los ochenta. Consejero de multinacional incluido. Lo de líder omnipresente y mesiánico ya lo tienen.
Por eso la crispación de estos tiempos.

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