Una “aviesa intención” es una intención que no viene de cara, que se introduce solapadamente y que además persigue fines inconfesables o al menos fines de los que a uno le cuesta sentirse no ya orgulloso, sino tan siquiera cómodo.
Las tenemos todos. Unos más, otros menos. Nunca son puras pero no siempre son malas. Nunca son edificantes, por su misma estrategia, pero siempre son determinadas, decididas.
Un ejemplo paradigmático es la “aviesa intención” del político de raza. Un político de raza es en la política como el galgo entre los perros. El galgo sólo sirve para cazar la pieza mediante la velocidad. El político de raza sólo sirve para conquistar el poder mediante la “aviesa intención”. Como es fácil de imaginar la mayoría de políticos que alcanzan el poder derrochan “aviesas intenciones”. En España, todos. No caigo en alguno que no lo haya hecho.
Seré breve. Mariano Rajoy. ¿Cuántas veces dijo, “los españoles, todos los españoles quieren…..”, y a continuación decía lo que él y los de su partido querían?
Cuando tienes a todos los medios del país pendientes de lo que dices, cuando te escucha toda la ciudadania y cuando ésta no tiene un criterio claro formado, termina por aceptar lo que oye muchas veces… a este fenómeno se le llama “crear opinión”.
Y parece aceptado que los políticos lo hagan, como si en algún manual de política así lo indicara.
Pero hay una profesión donde bajo ningún concepto debería ser aceptado bajo pena de expulsión y posterior catalogación de “mercenario”. Y esta profesión es el periodismo. Cuando esta profesión es información y no opinión. Grave lacra del periodismo, esta mezcla entre opinión e información que padecemos. Hoy en día se puede ver como los informativos televisivos, salvo raras excepciones, son más desfile de noticias opinadas que informaciones.
Se puede aceptar que en un artículo de opinión el periodista introduzca “aviesas intenciones”, dando a veces la impresión de que hay periodistas que las usan de manera digamos inconsciente. Es su naturaleza de escorpión. Su manera viscosa y solapada de moverse por la realidad. Pero no en artículos de información. Pondré también dos ejemplos paradigmáticos.
Francisco Marhuenda es un periodista que tiene una gran cobertura mediática, aparece en varias cadenas televisivas, emisoras de radio y dirige uno de los periódicos de tirada nacional, La Razón. Es conservador, de derechas, yo diría que reaccionario, y hace valer su sapiencia y su capacidad para crear opinión cada vez que habla, aunque sea para decir que llueve.
Hace pocos días, yo puse un tuit haciendo referencia a esta “aviesa intención”. Hablando de no sé qué deslizó la expresión “la enorme corrupción del PSOE”. Algo que puede ser aceptado como una simple apreciación de un individuo, se esté de acuerdo o no con ella. Pero teniendo en cuenta la corrupción de este partido y la del PP en estos últimos cuarenta años, que este periodista nunca haya dicho “la enorme corrupción del PP”, más bien todo lo contrario, siempre excusándola, suena sospechoso,¿no?
No, no suena sospechoso, suena a culpable. Culpable de intentar doblegar la opinión social, de conseguir ocultar la corrupción del partido al que sirve, fue empleado por Mariano Rajoy cuando este era Ministro de Presidencia, bajo esa “enorme corrupción del PSOE”, que si efectivamente lo es, la del PP es “doble enorme corrupción” por lo menos. Y no es una opinión. Ahí están los hechos.
Pero esto la mayoría de la ciudadania no lo sabe y tiende esta mayoría a informarse a vuela pluma por lo que oye en los medios, en los que él se prodiga como un fiel servidor cumpliendo su indigna misión. Y ahí queda “esa enorme corrupción del PSOE”, que una y otra vez él se encargará de señalar. ¿Es avieso o no?
Y ahora otro ejemplo paradigmático y de largo aliento en nuestro mundo periodístico, Luis María Ansón.
Más monárquico que la Casa Real y tenaz y pertinaz como la lluvia, lleva toda la Transición intentando crear un escenario en el que él fue un infatigable luchador en pro de la libertad y la democracia. Al paso que va lo conseguirá. Porque no ceja en el empeño, también tiene una cantidad de medios a su alcance notable. Además del hecho que el consumo idiotiza, confunde y cualquier afirmación hecha con contundencia y rodeada de aparato informativo convence.
Fundó el periódico que ahora dirige Francisco Marhuenda. Entre mentirosos anda el juego.
Este hombre, para hacernos una idea, siempre que habla del padre de Juan Carlos I se refiere a él como Juan III, siendo que nunca reinó y siempre estuvo a lo que Franco tuviese a bien.
Bien, pues este insigne “avieso” en El Cultural, semanario que dirige y creó, de su propiedad, su cortijo, se reserva lo que llama “Primera Plana”, la tercera página del semanario, y en ella poco a poco, sin prisa pero sin pausa reescribe su vida pasada, intentando limpiarse de la mugre que supone haber sido poderoso e influyente durante el franquismo.
En esta página y en el ejemplar del 4 de Marzo se muestra indulgente y perdonavidas con María Casares y desliza lo que es una “aviesa intención”. Escribe que la actriz “elogió varias veces con la boca chica a Juan Carlos I, al darse cuenta de la admiración que por él sentía el autor de “Marinero en Tierra”.
Icono de boca abierta y manos a la cabeza. ¿Rafael Alberti admirador de Juan Carlos I? ¿Un comunista admirador de un rey puesto por un dictador? Pues lo escribe y se queda tan campante.
Reescribiendo la historia.
Todos sus artículos apestan a ese tipo de intenciones.
Y se entiende. Con un pasado como el suyo, sólo es posible transitar enfundado de esta guisa.
He puesto estos ejemplos. Hay muchos más y de muchos más periodistas. Todos, como hormigas, intentando taponar las realidades por los agujeros de las cuales se ven sus vergüenzas e indignidades. Y la de todo un pasado. Con el fin que de nuestra sociedad actual no pueda librarse de él.
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