Suiza es un país prestigioso en Europa. El paraíso alpino,
lo llamaba un diario hoy .Neutral en las dos grandes guerras, acogiendo a los
pocos afortunados que podían huir de la diáspora nazi, constructora de relojes
de gran precisión, receptora del dinero que los criminales de todo el planeta
atesoran con sus fechorías, fabricante de un excelente chocolate, democrática
hasta el infantilismo: si 50.000 firmas pidieran semáforos que bailando te
informaran de que están en verde habría que hacer un referéndum…etc., etc. Una serie
de características que la han hecho famosa en todo el mundo.
Y a mí siempre me ha extrañado que lleve con igual donosura el
ser la patria de los relojes Rolex que el tener bancos que recogen el dinero
más ensangrentado del mundo sin que le tiemble el pulso. Habría que ver qué
pasaría, si de pronto en Suiza todos los billetes provenientes de actividades ilícitas
se pusieran de color rojo. Me lo apunto por si alguna vez me encuentro con el
mago de la lámpara y me concede un deseo.
Y todavía me extrañaba más esa aceptación de su estatus por
parte del resto de los países. Hasta que
un día caí. Los demás países lo aceptan porque los mandamases de esos países
contemplan Suiza como su rinconcito.
Laboran y laboran y lo que ahorran lo ponen allí, para cuando tengan ochenta
años y se jubilen, con ese dinerito, como decía Pepe Rubianes, se dediquen a
follar como locos. Aclarada la extrañeza.
Pero me surgió otra más alarmante: ¿Cómo podía ser que entre
la humilde población también Suiza tuviese ese prestigio? Aquí me tuve que
emplear a fondo hasta que encontré la solución: Suiza es como la Lotería.
Juegas durante cuarenta años y no te toca nunca, pero tú sigues, incansable,
jugando. Algún día te tocará. Pues Suiza igual, nunca tendrás un puto duro para
llevar a Suiza, pero ¿y si un día te toca la lotería y tienes que empezar a
evadir capital? Necesitas que Suiza esté ahí, con sus bancos, esperándote. Y mientras
te toca y no te toca, pues si hay un aprieto también puedes ir de emigrante a
trabajar. Aclarada la otra extrañeza. Que para un emigrante, Suiza es el
único lugar del mundo en el que las probabilidades de que te encuentres con un
billete que podría ser tuyo si el corrupto de turno no te lo hubiera robado se
disparan hasta casi el 100% si trabajas durante dos años seguidos. Si eres
español con trabajar dos meses, fijo que algún billete que te dan es tuyo. Así, de esta manera, un emigrante en Suiza es un
reincidente: Le robaron en su país cuando se quedo sin paro, sin trabajo y sin
futuro y el roban en Suiza cuando le pagan con su propio dinero. ¿No me digan
que no es para coger un disgustazo?
Pues ahora los suizos se han hartado de que los
europeos muertos de hambre de La Comunidad Europea, sí, esa comunidad que se
formó para la convivencia prospera, en libertad y justicia de los europeos adelantados,
entren en el país como Pedro por su casa. Que ya tienen bastantes y que a
partir de ahora habrá números clausus. Eso nos ha herido en lo más profundo. Hemos
perdido los papeles y les hemos amenazado. Que cuatro tonterías legales que teníamos
entrambos se paralizaran. ¡Huy, qué miedo! Puede que en este teatrillo de guiñol
que se ha montado tenga su máxima expresión el hecho de que el que por la mañana amenaza a Suiza por la tarde embuta
billetes en una mochila para que se lo coloquen
en cualquiera de los honesto y decentes bancos suizos. Porque esa es la
industria principal de Suiza: Recibir la mayor cantidad posible del dinero criminal
que se mueve por el planeta. Y ahí bien poco se está haciendo.
O sea, limpiamente, sin vallas ni guardias civiles ni
pelotas de goma ni hostias, los emigrantes europeos que quieran entrar a
trabajar en Suiza a partir de ahora tanto si son 30.000 como toda la purria europea
junta habrán de ser examinados y si conviene pasaran y si no pa casa de vuelta.
Precisión suiza.
No como nosotros, que tenemos una liada en el estrecho que de
aquí a mil años estaremos en la historia al lado de Hitler y compañía. Lo último
de Ceuta con quince muertos es de opereta si no fuese tan trágico. Ver a los
africanos en el agua mientras la Guardia Civil los mira y pelotea es de
quedarse hecho estatua de sal. Oír al director de la Guardia Civil y al Ministro
del Interior dar explicaciones es de ciencia-ficción. Y después escuchar las críticas
que algunos progresistas han hecho a un diario por poner que había 30.000
emigrantes esperando para saltar la valla es de fanfarria.
Empiezo por lo último. No es que haya 30.000 emigrantes
esperando para saltar la valla, es que hay medio continente africano con la esperanza
de algún día llegar a Europa. De la manera que sea. Y el que no lo vea así, es
que está cegato. Y habrá que darle gracias a los movimientos tectónicos de que
América del Sur esté lejos, que si no, nos íbamos a enterar.
Ésta es la venganza de la historia. Los europeos hemos
esquilmado por siglos los dos continentes. Primero como descubridores implacable
y avariciosos, asesinos y genocidas (Hay literatura hablando el tema para
aburrir) y segundo como colonizadores hipócritas y rapiñadores. Aún lo seguimos
haciendo. O sea, nada de 30.000, si no naciones enteras. Y no es por meter
miedo.
Y ahora voy con los incapaces que año tras año elegimos en las
urnas. Un ministro que habla de la Virgen de los cojones, ¿está capacitado para
algo que no sea rezar el rosario y confesarse cada vez que se la toca?
Todos los guardias civiles que se estaban tocando las
narices mientras seres humanos llegaban exhaustos a la orilla deberían ser
expulsados del Cuerpo ipso-facto, sus jefes dimitidos y a los de las pelotas de
goma mandarlos a reeducación humana, empezando por lo más básico. Pasará lo que
pasará minutos antes, la docena que llega casi ahogada a la orilla, que menos
que ayudarlos a salir, darles unas mantas y compadecerse de ellos. ¡Qué menos!
Pero en el estrecho se ha perdido la perspectiva del asunto
y se quiere arreglar con pelotas un problema que hay que arreglar en los despachos.
Empezando por decirle a Marruecos que deje de utilizar a los emigrantes como
munición, que se ocupe de que no se paseen por su país, que tenga las fronteras
para algo, después invertir en esos países africanos llenos de pobreza y
miseria: Con que dejásemos de robarles lo que actualmente les robamos yo creo que
sería una inversión suficiente. ¡O yo qué sé! Piensen señores políticos y actúen.
Eso sí, ya les garantizo que con vallas de altas hasta el cielo y pelotas de
goma la afluencia de emigrantes no se parará. Porque a aquellos que les impulsa
la desesperación sólo se les puede frenar
de una manera.
Se ha acercado mi abuelo a ver qué andaba escribiendo. Después
de leerlo me ha apuntado una solución: ¿Que por qué no le encarga Bruselas a
Santiago Calatrava un puente que vaya desde Marruecos a Suiza? ¡Qué malo es el
jodío!