Hoy en el diario Público ha
aparecido un artículo con este titular: “Letizia, la quinqui”.
Y como ya llevaba unos días
contemplando este linchamiento y ensañamiento popular contra la Casa Real me he
dicho, ¿Pa que vas a esperar más? Y me he puesto.
LA INTRODUCCIÓN.
Primero, no soy monárquico, ni
juancarlista, ni hostias. Me encantaría cada cuatro años elegir al Presidente
del Estado. Pero seamos realistas, ¿con un partido de derechas como el que
tenemos quién se ve capaz de convivir sin una autoridad constitucional que nos
impida llegar a las manos? En política los españoles no hemos madurado todavía,
más que nada porque el PP sigue sin quitarse las capas franquistas que le
atenazan. Si miramos el espectro político, vemos a las izquierdas absolutamente
encajadas en una convivencia democrática, renunciando a objetivos y principios
que le eran inherentes, a veces demasiados, mientras que la derecha sigue con
su manía de pensar que naces donde naces y te jodes, que tu hijo antes que
nadie aunque sea tonto, o tu mujer, que siempre ha habido pobres y ricos y tú
eres pobre y así. Total que hoy por hoy necesitamos tener contratada a la Casa
Real. Pienso.
Por otro lado cuesta aceptar que
frente a los corruptos de enorme capacidad de corrupción, los que tienen
enormes cantidades de guita, pero enormes, como para pagar la deuda de un país,
o frente a los diminutos corrompidos que pululan entre las fauces de los anteriores,
limpiándoles las encías de los billetes que se les quedan enganchados cuando
degluten, el pueblo se ensañe con a lo sumo seis o siete corruptos que ese
sería el número si toda la Casa Real fuera corrupta. Sólo Urdangarín está a la
altura. Y hablando de alturas, ¿se merece Letizia ser tratada como Urdangarín?
O peor.
Y, ¿se han fijado de qué cantidades
hablamos cuando hablamos de la Casa Real? Sólo el muerto de hambre de Juan
Lanzas ha apañado más dinero que toda la Casa Real. Si hablamos de Bárcenas, no
hay color.
Si miramos con frialdad lo sucedido
hasta ahora con la Casa Real, si apartamos al emprendedor Urdangarín, ¿qué
vemos? Un rey con flaquezas propias de cualquiera de nosotros, una infanta
enamorada de un caco y una princesa que
no encuentra la razón de su existencia de ahora. Y por esta última voy a romper
una lanza.
EL ASUNTO
En las guerras, los que más sufren
son los que no pertenecen a ningún bando, le disparan desde todos los lados. En
el mundo de las razas, los mestizos las pasan canutas. A los homosexuales, uno
y otro sexo los han maltratado de lo lindo. Pues Letizia Ortiz está en ese
bando, en el bando de los que no tienen bando.
Ya cuando se casó con Felipe de
Borbón se oyeron las voces airadas de los que son más papistas que el Papa diciendo
tonterías sobre la sangre azul y chorradas por el estilo. Los Grandes de España
se molestaban. Una plaza que debía ser para ellos la robaba una plebeya. Entre
que fue mal recibida y que entre la aristocracia la estupidez es endémica, pues
Letizia nunca ha encontrado su lugar. Cuantas veces se habrá dicho: ¡Madre mía,
qué nivel!
Por el lado plebeyo, aunque al
principio hubo jolgorio y cuento de princesas y comieron perdices y fueron
felices, después aflora la envidia y el rencor y donde dije Diego digo ¿que qué
se creerá ésta, que era una simple locutora de televisión?, como tú y como yo, ¡amos anda!
Total que mientras el país se hunde
en la miseria por culpa de unos políticos ineptos y corruptos que día tras día siguen al mando de la nave,
por todos lados le llueven hostias a Letizia
que ni Ortiz ni de Borbón que lo más que ha hecho ha sido abandonar su
prometedora vida de civil por una de cartón piedra de princesa.
A los “Grandes de España”, los de
café, copa y puro, los doy por perdidos, porque al fin y al cabo bajo su
perspectiva tienen razón. Ese era un
puesto para alguien de cartón piedra. Como ellos.
Pero a los plebeyos, los del
carajillo, el mondadientes y el cigarrillo, le voy a decir cuatro cosas, como
plebeyo que soy. Que a muchos, muchas los veo desgañitándose, pidiendo sangre
mientras pasa la carretilla que lleva a María Antonieta a la guillotina.
Letizia Ortiz era una locutora de
éxito en TVE, inteligente, trabajadora, con sus flaquezas como todos, con un
futuro seguramente brillante en los medios de comunicación, realizando una
tarea que le entusiasmaba, sólo hay que recordarla en lo del Chapapote. Hoy en
día seguramente estaría en alguna privada ganando pasta gansa y libre como un
pajarito cuando llegasen las vacaciones o los fines de semana. Recibiendo
premios y con amigos de verdad.
Pero se le cruzo Felipe de Borbón,
un hombre con el destino marcado. Y no voy a entrar en si hubo más o menos
amor, me es imposible dilucidarlo. Pienso que sí, pero no tengo pruebas. Ellos
sabrán. Lo que sí sé, es que Letizia Ortiz no hizo un buen cambio. Anuló su
vida. Ella no estaba educada para ser un símbolo. Eso no la llena y eso lo sé
porque la veo constantemente en TV y la puedo observar a placer.
Un símbolo es vacuo, movido de aquí
para allá, sin sustancia propia, vacio para ser llenado de aquello que cada vez
más convenga a los que manejan el símbolo. Una vida de princesa puede ser el
sueño de muchas mujeres pero para otras sería una pesadilla. Y para Letizia lo está siendo.
Este fin de semana paseaba con sus
hijas y unos fotógrafos la acosaban. No se enfadó y les quitó la cámara, no, se
estaba quejando de no tener ni un momento de intimidad. De no poder ser una
persona normal. Y es que ella lo necesita. No nació princesa, nació persona.
En otras de mis entradas del blog,
con toda humildad, le aconsejo a Felipe de Borbón que en cuanto sea rey se deshaga de
hermanas, primos, tíos y que deje a la Casa Real reducida a él, su esposa y sus
hijas. Ahora me atrevo a decir que Letizia necesita trabajar, pero no un trabajo
de chichimoni como el de Cristina, no, un trabajo de verdad. Ella puede. Y
seguro que engordará y no dará tanta
pena. Por lo menos a mí me la da.
“Letizia, quinqui” ha tenido que
leer hoy en un diario. Con lo que hay
por el país. Su cuñado sin ir más lejos. No seamos plebeyos.
Pensemos que pertenecer hoy en día a una familia real es un
castigo. Quizás en la Edad Media representaba alguna ventaja, cuando hacía frío,
te morías de hambre y se follaban a tus hijas nada más florecer, o quizás sea
un chollo en Marruecos, donde tienes menos derechos civiles que un perro en
china….pero en Europa no. Sólo tenemos que ver la realeza que se mueve por el continente.
Hay muchas otras formas de ser feliz. Letizia tenía una, la
cambió. Por amor o no, pero la cambió….por otra peor.
Letizia, la quinqui. Por otra mucho peor, a la vista de todos.
Si no bajamos el pistón, puede ser Letizia, la rota.
Muy bueno Requejo. Saludos
ResponderEliminar