(O de cómo se manipulan estos y
otros conceptos)
Creo que hoy en día en que tanto
se habla de la transversalidad es conveniente romper una lanza en favor de la
total vigencia de los conceptos “derecha” e “izquierda”, aunque sólo por mor de
evitar la turbiedad y le confusionismo que toda mezcla ocasiona.
Para empezar, el término con que
se los combate y se los quiere finiquitar, esa transversalidad tan en boca de
todos, para mí que tiene más que ver con ampliar el nicho de mercado que con
otra intención. Y uno intenta ampliar el nicho de mercado de su producto,
nótese las resonancias comerciales, cuando se percata que hay un mercado
descontento con su producto habitual o cuando queremos ampliar el negocio.
Y eso trae como consecuencia la
elaboración de un producto menos concreto, más indefinido, ambiguo, equivoco,
con el fin de llegar a más clientes, perdón, votantes. O sea, la política ha
bajado, mejor, se ha desplazado porque abajo ha estado casi siempre en este
país, y ahora con la corrupción mucho más, al mercado. Al lado de las verduras,
el pescado, la carne, los coches, los viajes de ocio, la ropa y los
espectáculos. ¡Vótenme, vótenme! Ya no soy de izquierdas ni de derechas, soy
transversal y si me votan además les daré…..en fin.
Y como casi siempre que te
embaucan para que compres algo que no es lo que dice ser, pues luego vienen las
reclamaciones. Sólo que en política…..se siente. Vuelva de aquí a cuatro años.
Así que mejor vigilar la
transversalidad. Basta con rascar un poco con la mente y enseguida se ve el
“llautó”* con el que está fabricado el asunto.
De izquierdas o de derechas.
Como siempre ha sido. Incluso antes de que se inventaran los conceptos.
Y ahora voy con ellos.
Yo, siempre, bueno siempre,
desde que empecé a pensar en política, he tenido un problema. No consigo
explicarme que un hombre inteligente, de corazón honesto, decente y generoso
pueda ser de derechas. Ahí debe haber algún otro componente que desestabiliza
el compuesto. Un componente maléfico, que introduce la inestabilidad, la
intención perversa. Quizás la ambición, la vanidad, la usura, el egocentrismo,
que es la vanidad sin empatía, etc., etc., también puede ser ignorancia, que
llevan a ese hombre al lado oscuro de la política. Dónde reposa el
conservadurismo a costa de lo que sea, dónde todas las ideologías dan lo peor
de sí mismas. Tanto las que comienzan con ideas de igualdad y solidaridad
universal, como las que contemplan la desigualdad como algo natural e
inapelable, y tienen la desfachatez de calificar esa desigualdad como fuente de
progreso, de la competencia, la necesidad de ir más allá de la supervivencia y
demás mandangas del liberalismo.
Y aquí entramos en la corrupción
de los conceptos. Permítanme para mejor explicar lo que quiero decir que por un
momento atrape dos conceptos que también, corrompidos, son utilizados en
nuestro tiempo, uno, como si estuviéramos en la Edad Media y el otro como si
nos moviésemos en el siglo XIX.
Son los conceptos “monarquía” e “independencia”.
Hay compatriotas que a la hora de
pedir la republica frente a la monarquía, da la impresión de que Alfonso XII,
Alfonso XIII y la reina regente María Cristina andan todavía sueltos. Y no es
así, hace tiempo que ellos y lo que representan está muerto. Hoy en día las
monarquías europeas son monarquías que apenas intervienen en la vida política
de sus países. Son meros representantes, casi comerciales, de su país. De la
marca de su país. Incluso la nuestra, que es de las que más poder ejecutivo ostenta,
no en vano Felipe VI es el Jefe del Estado y del Ejército, tiene un cuidado
exquisito a la hora de hacer intervenciones.
Hollande y Felipe VI son casi lo
mismo. Se diferencian en que es muy posible que ningún hijo de Hollande sea
Presidente de Francia y la hija de Felipe VI, sí. ¿Y qué? Algún hijo de algún
francés lo será, puede que incluso un hijo de Hollande, en los USA saben de
eso, y en Argentina, y en Rusia que Putin parece eterno, o en Venezuela. Se
trata de diferentes mecanismos, sólo eso.
Porque si hablamos de los gastos
que ocasionan las dos instituciones, de los privilegios de familia, la cosa
está muy igualada. Y si nos referimos a las repercusiones en el pueblo, ahí
tenemos a las monarquías europeas, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Noruega,
Suecia, y las republicas por otro lado, Grecia, Portugal, Irlanda, Italia.
¿Alguien ve lo que estoy viendo
yo?
Se puede pedir la republica por
añoranza de otros tiempos pero no porque vaya a ser la salvación de la gente
humilde y desamparada. No lo será.
Por la sencilla razón de que la
fuerza que produce las desigualdades está en otra parte. Y es una fuerza de
gran poder mimético. Se acomoda a cualquier color.
El otro concepto, el de
independencia, le pasa tres cuartos no, un quilo de lo mismo.
Se enarbola la palabra
independencia por parte de algunos de la misma manera que lo hacía Simón
Bolívar o las republicas africanas cuando eran pasto de Inglaterra, Alemania,
Bélgica, Holanda, España, Portugal i demás imperios, que lo fueron o lo
quisieron ser, europeos.
Y no es eso.
Utilicemos la palabra
independencia si queremos cuando se habla de nacionalismo catalán o vasco, pero
pongámosla al nivel adecuado. Si no, parece que hay en Donostia mercado de
esclavos y en Lleida minas explotadas desde Madrid. Algo fuera de todo propósito.
Hay que hablar de más autonomía,
de adecuación de las relaciones, de respeto a las culturas autóctonas, de
independencia fiscal, yo qué sé. Pero no de INDEPENDENCIA. Porque aunque
parezca mentira Catalunya y el País Vasco son más independientes que dependientes.
Pues lo mismo pasa con el
binomio izquierda-derecha.
Cuando, al revés que a las otras
dos palabras, revitalizadas constantemente por intereses espurios y bastardos,
aunque evidentes, a estas dos le pasa lo contrario, pero por inclinaciones de
ética parecida. Se las quiere hacer desaparecer.
No existen las izquierdas y las
derechas,
Y cuando tú, enfadado, intentas
aclarar la falsedad de esa afirmación, haciendo ver lo que representan una
ideología y otra, te salen con aquello de,
-¿Ah, sí!, pues mira a dónde ha
llevado la izquierda a Cuba y a Rusia y a todos los países comunistas.
Entonces tú te armas de
paciencia y con voz contenida les dices,
-¿Y quién te ha dicho a ti que
la URSS era de izquierdas o que Cuba sigue siendo de izquierdas si es que lo
fue alguna vez?
Aclaremos una cosa, el comunismo
es una ideología de izquierdas. El liberalismo es una ideología de derechas. De
ahí a que la URSS, que se decía comunista fuese de izquierdas hay un abismo. De
ahí a que USA, que sí es de derechas, sea liberal hay otro abismo.
Se puede decir sin que haya
ganas de polemizar que la URSS y USA se parecen más de lo que les gustaría. La
explotación del pueblo, en uno obedece a planes quinquenales, y en el otro es
algo continuo, en cadena.
Traduciendo, los poderes
utilizaban en la URSS la ideología para putear al pueblo, y en los USA el
dinero. El resultado no es el mismo pero tienen rasgos familiares.
Izquierda y derecha son
conceptos diamantinos.
Suelo poner un ejemplo, que ya
no recuerdo si lo he inventado yo o lo he leído. Lo más seguro es que sea lo
segundo. Un ejemplo para entender lo que es ser de izquierdas o de derechas.
Allá va.
Hay una viejita que quiere
cruzar un paso de peatones, con evidentes dificultades de movilidad.
Uno. Aparece un joven que la ayuda
a cruzar. La viejita se lo agradece y el joven le contesta que ha sido un
placer. La viejita está al otro lado y a salvo.
Este es un joven de izquierdas.
Dos. Aparece otro joven que la
ayuda a cruzar. La viejita se lo agradece. Y le joven le dice: No, no me lo
agradezca, son dos euros. Y la viejita le paga. La viejita está a salvo pero
con dos euros menos.
Este es un joven de derechas.
Fácil, ¿no?
En ambos casos la viejita está a
salvo. El problema en el segundo caso, surge cuando la viejita no tiene dos
euros… que o se queda sin cruzar o pide un préstamo y se endeuda.
Suena, ¿no?
Como para decir que ya no
existen izquierdas y derechas.
En nuestra vida diaria hay
infinitos ejemplos de comportamientos sociales de izquierda y de derecha. En
cada uno de nosotros. ¿Cómo puede ser que en política ya no estén de moda estos
comportamientos?
Claro que están.
Como siempre han estado. Desde
las cavernas.
Que la Iglesia haya ocultado los
casos de pederastia durante decenios es de derechas.
Que haya sacerdotes jugándose el
tipo en los barrios marginales de las grandes ciudades es de izquierdas.
Que se pelee desde los cargos
públicos para que la sanidad y la educación estén al alcance de todos
gratuitamente es de izquierdas.
Que se quiera convertir esa
sanidad y esa educación en una actividad comercial es de derechas.
Que se limite la capacidad del
pueblo para expresarse es de derechas.
Que se faciliten lugares de
expresión y comunicación del pueblo con sus representantes políticos es de
izquierdas.
Que los políticos cobren un
sueldo en consonancia con el SMI es de izquierdas.
Que los políticos tengan
privilegios sin cuento y no tengan que dar cuenta de lo que hacen es de
derechas.
Y así con todas y cada una de
las actividades que los seres humanos hacemos cada día.
O sea, hasta una monarquía puede
ser de izquierdas... al menos de forma parcial. Lo mismo que un presidente de
una república puede ser de derechas, muy de derechas. No hacen falta ejemplos.
Sobran.
Siempre habrá izquierda y
derecha porque al fin y al cabo ser de un lado o del otro es la forma que
tengas de entender la vida entre los hombres. O de una o de otra.
Otra cosa serán los paraguas
bajo los que te cobijes.
Así pues, no confundamos.
¿Qué casi hablo de moral en vez
de política?
Pues claro, pero es que la
política ¿no es ese lugar en que intentamos casar moral y legalidad?
Ese lugar donde la ética toca
constantemente pero esta pareja no siempre encuentra la armonía para danzar, y
algunas veces se pisan o no encuentran
el paso.
Y aprovechando, van algunos y
confunden.
Confundir. Una actitud netamente
de derechas.
Y vuelta a empezar.
¡Que no pare la música!
Se me olvidaba: ¿Es Barcenas transversal? ¿Y Jordi Pujol, padre o hijo, tanto roba roba tanto, son transversales? Lo dejo ahí.
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