Escultores de la realidad lo somos todos. La diferencia
entre unos y otros es que el pedazo de realidad sobre el que esculpen unos es
más o menos grande que el pedazo de realidad sobre el que esculpen otros, que
el cincel con el que modelan tiene más o menos fuerza, que unos lo hacen así,
otros asá. Y en función de todas esas variables se influye en una persona, en
cientos, en miles, en millones, en miles de millones o en nadie. Ni a veces en
uno mismo, que es lo que sucede cuando cincelas sobre una realidad que ni tú
mismo te crees.
Ahora mismo, en uno de los países más poderosos del mundo
manda un hombre que piensa que a las mujeres basta con cogerlas por el coño,
algo que seguramente ha llevado a la práctica con asiduidad, descuidando otra
parte importante y placentera de la mujer, su cerebro, fruto de lo cual se ve
obligado a sustituir a su esposa por su hija, de la que seguramente, por
razones obvias, no ha saboreado más que su cerebro.
Pues bien, esta hija, en funciones de esposa cerebral que no
coñal, de este hombre tan poderoso ha tenido a bien decir que su padre es un
defensor de los derechos de la mujer. Y lo ha dicho rodeada de mujeres
independientes, capaces e inteligentes. Los murmullos de incredulidad,
desaprobación con un toque de sarcasmo han menudeado.
Pero, ¡Qué golpe de cincel sobre la realidad!
Ni Miguel Ángel en su Piedad.
Sobre una realidad que afecta a miles de millones de seres
humanos.
Esta hija promete.
No me extraña que tamaño padre esté orgulloso de tamaña
hija.
Él dijo una cosa, ella dice lo contrario. ¿Cuál es la
realidad? Pues la que más veces se repita.
El escultor de la realidad no tiene porque etiquetarse bajo
ningún punto de vista especial. Ni moral, ni ética, ni estéticamente. Es muy
necesario pero no se hace. Y menos en el momento. Igual con el tiempo, en el
lienzo apelmazado y poco útil de la historia.
Escultor de la realidad ha sido Hitler, que mientras
esculpía la Alemania imperecedera aniquilaba a millones de judíos, un hijoeputa
que diría un mejicano. Escultor de la realidad fue Stalin, que idem, eadem,
idem, o el mismo Franco que además de hijoeputa era español, o sea nos cinceló
de cerca.
Pero también lo fue Gandhi, que mientras llevaba a la India
a la independencia de manera modélica y admirable, exquisita diría yo, dejaba
para siempre, por ahora, instaurada la existencia del país más injusto y
desigual, sobre todo por la naturalidad con que se lleva, de este planeta. Un
hombre admirable que esculpió sobre una realidad horrible.
Todos tenemos nuestros escultores favoritos a los que
admiramos y nuestros escultores favoritos a los que odiamos y maldecimos.
Eso está bien.
Peor lo más importante de todo es que no perdamos de vista
que son esculturas.
Esculturas de la realidad.
Que la realidad es otra cosa.
La Piedad de Miguel Ángel es una escultura maravillosa, se
puede estar contemplándola horas sin cansarse pero es de mármol. Y el mármol
costó Dios y ayuda arrancárselo a la cantera.
Y eso no lo hizo Miguel Ángel.
La hija cerebral del hombre poderoso dijo lo que dijo,
mostró su realidad, ante mujeres también escultoras hábiles, como la Presidenta
del FMI, que hace con los billetes lo mejor para todos, según ella y sus
admiradores, o la Primer ministra alemana que ha esculpido Grecia con una
soltura que a buen seguro nunca tuvo Mirón.
Miremos bien, pues, para no perder de vista la realidad.
Es complejo, lo sé, pero es imprescindible.
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