Me gustaría poder ser preciso y escribir aquí con cuatro
frases que es lo que ha pasado estos días en España con la muerte de Adolfo Suárez.
Porque ha sido algo más que el fallecimiento de un ex-presidente del Gobierno
Español, sólo hay que recordar la muerte de Leopoldo Calvo Sotelo, también ex-presidente,
y también ha sido algo más que el óbito de un personaje célebre aquejado de una
enfermedad terrible, le pasó a Solé Tura, uno de los padres de la Constitución Española.
Se nota que ha sido algo más en la larga cola de ciudadanos que han querido
despedirse de su cadáver, en los llantos que se han podido ver, en los
apasionados elogios que ha recibido, en la cobertura mediática, en las reflexiones
de una u otra índole que se han llevado a cabo. Se puede decir que su desaparición
significa para este país tanto o más que la de Franco. Cuando fríamente no es
así. Un dictador que nos tuvo enterrados durante cuarenta años frente a un
político que nos dirigió durante unos lustros. Ha sido algo más. Pero, ¿qué? ¿Que pilotó
la Transición, que yo llamo Transposición? Podría ser. Pero la respuesta no
acaba de convencerme. España ha sufrido estos días como una convulsión. Algo parecido
a lo que le sucede a un bebé cuando comienza a andar y un día, de pie, se da
cuenta de que la mano auspiciadora del adulto no está. Ese estremecimiento ha
recorrido a los españoles. Nuestra reciente historia, hasta llegar a la crisis
terrible que vivimos, ha sido como un andar hacia adelante, con trompicones y todo.
Es decir, evolucionábamos. Mas de pronto hemos tenido que pararnos, yo diría
frenarnos en seco, y comenzar a mirarnos. Y viéndonos como somos ahora, ha sido
inevitable pensar en cómo éramos y de dónde veníamos. Estamos llevando a cabo,
forzados por la situación, lo que se llama un alto en el camino.
He visto a los compatriotas hurgar en los contenedores de la
basura y se me ha representado la metáfora del país entero hurgando, lo que no
he sabido concretar es si hurga en el negro pasado, en busca de respuestas, o en
el futuro, en busca de soluciones.
Quizás la respuesta de esta convulsión nacional ante la desaparición
de Adolfo Suárez esté en que hurgamos en las dos direcciones con la misma
imprecisión, el mismo desconocimiento y la misma falta de datos precisos. Algo,
a todas luces, ilógico y preocupante. Y que Adolfo Suárez con su muerte viene a
ser la representación de una oportunidad perdida. Aclaro: Que aún sintiendo la
desaparición de Adolfo Suárez nos estemos más lamentando por la desaparición de
alguien que nos deja desamparados y que probablemente se lleve con él alguna
clase de solución mágica para salir de los problemas actuales. Alguien me dirá
que es una tontería porque estaba aquejado de una enfermedad que le imposibilitaba
de tal manera que era como si estuviera muerto. Poco podía ayudar. Poco, no nada.
Hablo de símbolos, hablo de esperanzas,
más que de hechos.
Toda tu vida te has llevado fatal con tu padre, pero con su
muerte queda claro que te vas a llevar peor. Sin posibilidad de enmienda.
Su fallecimiento en unas circunstancias más boyantes
seguramente hubiera tenido otro cariz.
Es emocionante contemplar la marcha histórica de un país, la
marcha conjunta, como si de un solo cuerpo se tratase. Esta marcha es muchas
veces muy fácil de visualizar. Como por ejemplo el camino de Sudáfrica hacia el
final de la esclavitud o el camino hacia la independencia de otros muchos. Pero
el día a día de los países, como el de las personas, tiene mucho de rutinario y
mucho de inexplicable. Se hace complejo, enmarañado, con etapas que avergüenzan
y con momentos que nos llenan de orgullo.
Si Adolfo Suárez hubiese fallecido y los muertos que hay en las
cunetas ya hubiesen sido recuperados y restablecido su honor en la misma medida
que los muertos del bando rebelde. Y si los asuntos que acaecieron el 23F se
hubiesen aclarado y explicado bien. Y si el régimen político que tenemos
hubiese procedido de otras fuentes que no fuesen las del dictador. Y si. Y si. Y
si. La muerte de Adolfo Suárez hubiese tenido otro cariz.
Pero la realidad es la que es y Adolfo Suárez se tenía que
morir. Estaba muy pachucho. Nos hemos puesto a llorar a moco tendido, habrá
calles con su nombre en muchas ciudades españolas, el aeropuerto de Madrid le recordará durante lustros, hoy se
celebrará el funeral de Estado en su honor, pero……
…también es posible que estemos llorando por lo mal que estamos,
por lo mal que lo hicimos y a la vez convenciéndonos de que con ello tenemos
que seguir viviendo, creciendo, haciéndonos un país adulto que va poco a poco
entendiendo y aceptando que ser libres no es necesariamente ser felices.
Con todo eso y seguramente alguna cosa más ha tenido que
cargar también Adolfo Suárez. Y todo porque inexplicablemente se fijo en él
Juan Carlos, rey, que a su vez y de manera también inexplicable fue fijado por
Franco, que éste sí de manera explicable y harto censurable se fijo a sí mismo
durante cuarenta años de nuestra vida. Que descanse en paz, Adolfo Suarez,
digo, al otro ya le pueden dar mucho por el culo, sinceramente.