Antes de comenzar la reflexión
convendría repasar el escenario en el que nos movemos y cuáles son las
circunstancias. Y conviene aclarar que el que suscribe no es independentista.
Veamos pues. El estado Español
es un estado democrático, dotado de una Constitución y conformado por
diecisiete regiones a las que se les ha otorgado una cierta autonomía. En una
de estas autonomías, una mayoría de su parlamento, constituido mediante unas
elecciones libres y democráticas, ha tomado la decisión de plantearle a los
ciudadanos una pregunta mediante la que estos manifiesten su opinión en cuanto
a si quieren seguir integrados en el estado español o desean la independencia.
Como corresponde a una
sociedad de libertades democráticas y con una Constitución, esta autonomía ha
pedido al estado central el permiso correspondiente para poder celebrar esa
consulta.
La contestación ha sido no.
No, no y no.
¿Las razones para esa
negativa draconiana?
Las razones, permítanme que abandone
el escenario y vaya entrando en el mundo ficcional que la situación está
empezando a demandar, son de lo más variopintas.
Se podrían resumir en que
España es algo así, como se decía antes, una, grande y libre, con destino en lo
universal y demás zarandajas, y que si los catalanes quieren manifestarse sobre
su futuro político en una consulta tendrán que hacerlo fuera de Catalunya, escaparse
un fin de semana a Perpignan, por ejemplo, esta vez no a ver películas eróticas,
si no a votar masivamente. Ya estoy viendo los titulares: “Durante treinta días,
organizadamente y en paz, seis millones de ciudadanos catalanes han votado en
las dependencias habilitadas para tal efecto en la ciudad de Perpignan bajo la atenta mirada de una
delegación comisionada, de la Comunidad Europea y otros organismos
internacionales, con el fin de garantizar la limpieza de la consulta”.
Puestas así las cosas, este
fin de semana hemos tenido visita. Que a mí me sorprendió. Dije yo: Se va a
descoyuntar del esfuerzo. Pero que luego visto lo visto, más que visita ha sido
asomar la nariz y oler el pestazo a Catalunya que da Catalunya y se ha pirado.
Y dirán ustedes, ¿Pero quién
nos ha visitado?
Yo a bote pronto pensé que
decir Mariano Rajoy, el Presidente del Gobierno de España, era lo cabal.
Pero no me salía, no es lo
que yo sentía. Y me dejé llevar por los sentimientos.
Enseguida me vino a la mente.
Ha venido un nuevo Cid Campeador. Pero viendo su tipo y la tropa de “fijos de
algo” más que “fijosdalgos” que le acompañaba no me cuadraba….incluso me di una
oportunidad y me tanteé, ¿Un Cid Campeador muerto ganando una última batalla?
Volví a mirarlo y la verdad es que para Cid campeador muerto le faltaba energía.
¿Entonces?
¿Quizás un Quijote
desnortado, medio alelado, hablando de pasadas épocas, que se hubiera
convencido de que la sinrazón es el estado más razonable y lógico para seguir
tirando? Pero no, una cosa es volverte loco leyendo libros de caballería y otra
volverte loco leyendo el Marca. Eso no se lo cree nadie.
Hasta que tiró de mi, tenaz y
cabezón, la figura ramplona y grosera de Sancho Panza. ¡Coño, Sancho Panza y su
isla Barataria!
¿Saben ustedes esas veces que
las cosas no acaban de cuadrar pero que cada uno de los elementos que contempla
son familiares entre ellos? Pues eso.
Y acudieron a mi mente cual estorninos recogiéndose
en un atardecer de agosto todas las figuras creadas por Cervantes: Sansón Carrasco,
el Caballero de los Espejos, la sobrina del Quijote, el cura, Rucio, Rocinante,
Ginés de Pasamonte, incluso había una cueva de Montesinos…etc., etc. Pero no
acabo ahí la orgía mental de personajes y también vinieron a verme…..heus aquí
a Artur Mas, en Jonqueras, els tres Pujols, en Millet, la gosa del Mariano y el
seu secretari de Girona, i en David, i en Miquel i en Albert i en Joan.
Oh, benvinguts, passeu
passeu, de les tristors en farem fum, a casa meva es casa vostra si que hi ha
cases d’algú.
Y me pase un domingo muy
entretenido casando a unos con otros.
Me acosté cansado pero con la
esperanza de que en ésta que a muchos parece ínsula Barataria cualsevol dia
puguim sortir a votar. Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario