domingo, 20 de septiembre de 2020

Monarquía o República. Vuelta la burra al trigo



El burro es un animal muy testarudo,
por razones de supervivencia.
El dirigente político, también, pero más sibilino,
cambia la pillería por la testarudez.
Porque burro no es, si acaso los que le votan.



Como la monarquía actual española proviene de Franco. Como el sistema monárquico es antidemocrático, y si es constitucional, la monarquía es como un forúnculo. Como la monarquía actual española está mostrando su cara más corrupta. Pues parece evidente que poner sobre la mesa el debate de República o Monarquía es una cosa cabal y de sentido común. Pura lógica.
Y puede que lo sea. Y puede que debiera solucionarse. Pero este asunto  no es socialmente un tema baladí. No es un constipado, ni un sarpullido en nuestra sociedad. Es un tema de fondo, no es como ir a la peluquería, es como entrar en un hospital y hacerse una intervención quirúrgica de calado, profunda. Que puede convertirse en una operación a vida o muerte. En el 36 fue así.
Es decir se necesita para emprenderla, tiempo, recursos y se correrán peligros.
¿Merece la pena? Bueno, pues depende de los efectos, de los resultados que vaya a tener sobre la población, sobre la ciudadania.
Yo, personalmente, pienso que es un asunto menor en estos momentos.
Pero hay fuerzas políticas, que voto y con las que me identifico,  que están convirtiendo este tema en bandera reivindicativa, que teniendo en cuenta la que está cayendo es como si en medio de una guerra, algún oficial le planteara a los soldados el cambio de horario de las comidas.
Pero aceptemos que el problema está sobre la mesa.
¿La fuerza política que lo pone tiene una estrategia, una hoja de ruta, un estudio de las consecuencias y sus efectos sobre la ciudadania? Lo dudo, pero pongamos que sí, que la tiene.
Esa estrategia pasará ineluctablemente por convocar un referéndum. Cosa complicada. Pero pongamos que se consigue. ¿qué tiempo se tardará en conseguir llevar a cabo un referéndum? ¿Diez, veinte años? Pongamos quince.
Quince años de debates, de perdida de energía en pos de ese objetivo y en contra de ese objetivo y por consiguiente de resta en otros objetivos quizás más urgentes y perentorios para la población.
Se hace el referéndum y sale apoyo a la Monarquía. El tema queda cerrado por lo menos para un siglo. Entonces sí que sí, mal o buen momento, el tema intocable.
Se hace el referéndum y sale apoyo a la República. Fiesta en las calles y la Casa Real pasa de vivir fetén en Madrid a vivir fetén en Londres, por ejemplo.
Pero tenemos República. ¡Qué alegría, ahora si que vamos a ser felices!
Elegimos un Presidente de la República. Y un gobierno.
¿Alguien se cree que los dirigentes políticos que ahora gobiernan y se muestran incapaces, van a resolver los problemas que tenemos porque en vez de un Rey, haya un Presidente? ¿Hay alguien que lo crea? Porque los partidos políticos seguirán siendo dirigidos por los mismos o parecidos politicastros que tenemos ahora y PP y PSOE seguirán siendo los partidos mayoritarios. Por que nos habremos quitado la Casa Real de encima pero los votantes siguen siendo los de entonces. ¿Alguien lo cree?¿De verdad?
Monarquía o República, es cuestión de forma.
Y no es honesto desfilar delante del pueblo investido de tal o cual ropaje sin cambiar el fondo. Aquello de “El Gatopardo”: “cambiemos algo para que todo siga igual”, ha quedado grabado en el colectivo por alguna insoportable e inevitable realidad. La que vemos constantemente.
Y eso para que los dirigentes políticos mientras desfilan hagan su vida de manera más que aceptable, rodeados de prestigio, poder y fama, aforados por si acaso.
Pero los desahuciados, los parados, los sanitarios mal pagados, los docentes abandonados , las mujeres maltratadas, los jóvenes sin futuro, estos, también seguirán siendo los de entonces.
Monarquía o República, fuegos artificiales.
La burra siempre vuelve al trigo.

jueves, 4 de junio de 2020

Seguimos en el hoyo



Parece mentira que después de más de cuarenta años, va para cuarenta y cinco, de la muerte del dictador, su espíritu siga vivo y que la ciudadanía que lo sustentó haya sido capaz, generación tras generación, de evitar que su semilla desapareciese.
Esto hace que periódicamente, ese espíritu, orden antes que justicia, seguridad antes que libertad, que se siente a salvo normalmente, despierte de su duermevela, crispe la sociedad y lance zarpazos dialécticos, advertencias apocalípticas ante la posibilidad de que la democracia se instale en su significado más pleno.
Esta reacción de la carcundia franquista se ha producido en dos ocasiones y ahora estamos en presencia de la segunda.
Cuando falleció el dictador y se empezaron a respirar aires de democracia, libertad, justicia, igualdad, cuando los nuevos tiempos no permitían seguir teniendo España por un cortijo, toda la clase franquista se sumió en un letargo, se camufló, con la clara intención de seguir medrando en el cenagal que un sistema como el franquista había supuesto.
Y las cosas fueron bien. La UCD de Suarez era digerible. Hubo cesiones pero seguían dirigiendo el país lo de siempre.
La victoria del PSOE de Felipe González supuso el inicio del primer estado de alerta de la clase franquista, la primera crispación. La legalización del PCE y el gobierno socialista eran señal de posible peligro. El golpe del 23F fue señal de ese malestar reaccionario. Con la llegada al poder de los trajes de pana, las soflamas del descamisado Guerra, se encendieron todas la alarmas.
Se oían voces que presagiaban tragedias, poco más o menos las mismas que se han oido con la aparición de Podemos. Confiscación de propiedades, nacionalización de empresas, un horror.
Y esa crispación tuvo sus frutos. Duró hasta que Felipe Gonzalez los convenció de que no, de que no había peligro. El socialismo se convirtió en liberalismo y la crispación desapareció. Para demostrarlo, se llevo a cabo la política de eliminación de lo publico y respeto del capitalismo más tradicional y conservadora que un socialismo de pandereta puede llevar a cabo.
El franquismo podía relajarse, ahora PP, ahora PSOE, los nacionalistas a lo suyo, las prebendas, el padrinazgo, el amiguimismo estaban asegurados.
Pero la libertad es un instrumento tozudo y durante estos años de transición ha seguido luchando contra la injusticia, el nepotismo, la desigualdad y todas esas armas que el franquismo uso con tanto acierto. Obsérvese que tras tantos años de democracia y libertad la principal sonda del franquismo, la Iglesia Católica, sigue enviando mensajes de tranquilidad con su papel preponderante en nuestra sociedad.
Ahora vivimos el segundo rebrote, palabra ahora de moda, de la rabia franquista, que de nuevo como cuando ganó el PSOE las elecciones por primera vez, ha despertado del letargo y se crispa como alcohólico sin lo suyo o maruja a las puertas de unas rebajas.
¿Por qué?
Porque gobierna un partido que como en los ochenta el PSOE, amenaza su existencia. No en vano ha salido al terreno de juego VOX, rompepiernas, bruto, de juego sucio, no en vano por la boca del PP salen cosas que enmudecerían a Fraga Iribarne. Esta vez parece que la cosa es grave. Parece que Podemos no es el PSOE. Comunistas, bolcheviques, bolivarianos han sido llamados sus dirigentes. Y lo que es peor, parece que el PSOE de Sanchez no es el PSOE de González, no sé por qué extraña razón. Quizás la fuerza del voto.
Están todas las alarmas encendidas. Hay pánico.
Los insultos arrecían. Las alarmas hiperbólicas, lo temores catastróficos, el fin del mundo se anuncian.
Y todo porque esta vez parece que estamos más cerca que nunca de conquistar una democracia plena, con derechos sociales y de la ciudadania por encima de cualquier otro interés. Libertad y Justicia verdaderamente democráticas.
¿Morirá la bestia franquista definitivamente o conseguirá con su crispación y zarpazos dialécticos que de nuevo un partido de izquierdas y reivindicativo se repliegue a posiciones liberales y nuestra democracia siga empeñada otros cuarenta años?
Yo no lo sé. Hay esperanzas y hay decepciones.
¿Qué ha cambiado desde los ochenta hasta ahora en la ciudadanía para que haya esperanzas?
Que la mayoría de la ciudadania no sabe lo que es el franquismo y las ideas de VOX le parecen artículos de souvenir trasnochado.
Nada más.
Porque Podemos, la verdad, cada vez se parece más al PSOE de los ochenta. Consejero de multinacional incluido. Lo de líder omnipresente y mesiánico ya lo tienen.
Por eso la crispación de estos tiempos.