lunes, 7 de abril de 2014

El friqui como unidad de medida



El friquismo es una tentación siempre presente en el ser humano. Este comportamiento se caracteriza por falta de conveniencia, falta de responsabilidad, indiferencia ante el ridículo y un desprecio total por las normas. O sea lo que viene a ser la conducta de un niño hasta cumplir los seis o siete años, edad en la que empieza a guardar cierto recelo y respeto por el comportamiento de sus semejantes adultos.
Lo de la provocación, en el friquismo, no lo veo como algo esencial. Creo que es un añadido que ha traído la actualización de este tipo de personas en el siglo XX. Momento álgido de estos individuos. Así como cualquier actividad comercial ha tenido que evolucionar para estar presente en el mercado, objetivo ineludible para cualquier negocio, el friquismo, una vez descubierta su faceta crematística y social, se ha sumado a lo de prosperar o morir. Porque en el pasado el friqui huía de la presencia de sus semejantes y si se veía  obligado a permanecer entre ellos adoptaba actitudes huidizas e incluso propias de autistas.
Mientras  esta actitud se ha mantenido como algo marginal, dada a la ridiculización y los miembros que la adoptaban eran tenidos por retrasados, tontos, idiotas, imbéciles, ignorantes, alelados o simplemente gilipollas pues ha carecido de atractivo para el resto de los seres humanos y muchas veces han sido expulsados del seno de la sociedad o incluso crucificados.
Con la llegada de los medios de comunicación a las masas, estos individuos no saltaron rápidamente a la fama, e incluso en los comienzos parecía que adoptaban ante estos medios una posición semejante a la que tenían en sociedad, residual y en plan secundario, de relleno. Pero ha sido en estos últimos lustros, dado que empezaban a levantar expectación y a elevar las audiencias, cuando la caza y contrato del friqui se ha convertido en una epidemia. Aparecen como setas y muchas veces se puede uno dar cuenta de que hacen profesión de fe. Con lo que no me extrañaría nada que un tiempo cercano se creen escuelas para aprender a ser friqui.
Pero no es mi intención dar aquí una charla sobre esta actitud frente a la vida, no. Yo de lo que quiero hablar es de cómo cuando una corriente se crea es inevitable que se lleve girones de vida, incluso vidas enteras o que influya de manera determinante y alarmante en diferentes sectores de la sociedad o en personas de elevada responsabilidad en dicha sociedad.
Pasa con todo y se llama crear tendencia.
Por poner un ejemplo: no hay manera más incomoda y antiestética de ponerse la gorra que cómo se la pone Neymar, el jugador del Barça, y sin embargo hoy es habitual ver a muchos jóvenes y no tan jóvenes haciendo el ridículo y con la gorra a punto de caérseles.
Pues con el friquismo pasa algo parecido. Esta actitud ya de por sí es muy atractiva. A todo el mundo le encantaría ser friqui en algún momento pero no todo el mundo puede serlo. Para ser friqui se necesita nada y eso es algo muy difícil de conseguir porque todo el mundo tiene algo. Pero eso no es óbice para que, si no en su totalidad sí a ráfagas, caigamos en la tentación de friquear. Algo que con el éxito obtenido por algunos friquis se ha convertido en una práctica que comienza a ser habitual y alarmante. Alarmante cuando la tentación empieza a hacerse visibles en personas de cierto relieve.
Porque una cosa que no casa nada con el friqui es la responsabilidad. Es más, el friqui se pirra por la irresponsabilidad  y es uno de sus atractivos.
Y aquí es donde quería llegar. Que ya estoy. La tendencia al friquismo de nuestros políticos y mandatarios más señalados. Me parece que empieza a ser preocupante.
Cuando se acaba de darle un mazazo a la Doctrina Parot desde Bruselas, lo que traería como consecuencia la excarcelación de etarras que habían asesinado en Democracia y nuestro primer Ministro contestó: “Está lloviendo mucho”, ¿No es eso friquismo? Imagínense diciendo eso a Paco Clavel o a Fernando Arrabal, friquis con solera. ¿A que cuadra?
O cuando se le ocurre dar una conferencia tras una televisión de plasma. O cuando le manda un SMS de “aguanta se hace lo que se puede” al corrupto Bárcenas. O cuando se aproximan las elecciones europeas y todavía no ha decidido quién será el cabeza de lista. O cuando se rompen los discos duros con todo el asunto de Bárcenas. Y así unas cuantas. Claro que tuvo buenos maestros en  sus predecesores, en el partido y en el gobierno. Aznar rompió moldes de friquismo con aquello de “a mí quien me va a decir si bebo o no bebo vino”, que hubiera estado bien para un marinero recién desembarcado después de seis meses de singladura pero no para todo un Primer Ministro. O cuando se puso a hablar con acento mexicano en los USA, ¡híjole!. Zapatero nos dejó patitiesos con aquello de la banca más  solvente del mundo, o cuando nos dijo que no había crisis y ya estábamos acojonándonos. Como se ve todas estas intervenciones son más propias de los Morancos o de José Mota. En su faceta profesional, claro.
He puesto los ejemplos punteros. Porque en realidad cada día nuestros políticos no se cansan de surtirnos con  pecados friquis. El PP tiene un buen ramillete de friquis. Incluso hacen grupos para pasarlo mejor y van nueve diputados del PP y votan a favor de la consulta sobre la independencia de Catalunya. ¡Insuperable!.O la última, la de Doña Esperanza Aguirre. Huyendo de la policía municipal de Madrid. ¡Quién da más! En fin, Wert, Alonso, Cospedal, de Guindos, Floriano……..interminable. Claro que los socialistas no se quedan atrás. Pere Navarro es de los más adelantados. O  Gaspar Llamazares demostrando públicamente lo bien avenido que está con un partido en el que sigue militando y al que pone en boca de verduleras cada dos por tres. No me olvido del friqui real o de los friquis nacionalistas, sobre todo de los catalanes.
 Y esto, si se piensa bien, pone los pelos de punta. Porque estos individu@s manejan nuestro país, tienen en sus manos nuestro dinero y además les pagamos cojonudamente.
Seguramente habría que darles un toque de atención y decirles que si lo que desean es apuntarse a Sobrevivientes, a un Príncipe para Laura, a Sálvame o a parecidos paraísos para friquis que lo hagan. Porque no harían más el ridículo de lo que lo hacen ahora y lo que es mejor dejarían de jodernos la vida. Igual en las sucesivas citas electorales podíamos dejarles algún recado. Digo yo.
Mi abuelo se ha leído lo que acabo de pergeñar y se ha ido a mear pensativo. Cuando ha vuelto, me ha dicho,
-¿Entonces un friqui es unidad de medida en el Sistema Internacional o en el Técnico?.
-En el Internacional, abuelo- he contestado rápidamente y con seguridad, pensando en Berlusconi- En el Sistema Técnico un friqui equivale a un político. Pero no te lo aprendas, abuelo, porque el Sistema Técnico cada día se usa menos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario