jueves, 27 de octubre de 2016

Última llamada al Sujeto



Resultado de imagen de fotos de trenes saliendo

Ahora que han pasado cuarenta años desde que se inicio la Transición, que yo he llamado Transposición y que he explicado en otro post, se pueden afirmar con rotundidad y más que anhelos de objetividad algunas cosas.
La primera es que los partidos políticos tradicionales han fracasado. Han fracasado en el proyecto de sacar a España del pozo de la dictadura y convertirla en un país verdaderamente democrático, con unos poderes independientes y una ética política moderna, en la que el servicio a la sociedad no siguiera siendo una forma de vida y de empleo. En la que la línea de prioridad: Pueblo, Partido, Político, pudiera imponerse y no seguir con esa otra farisaica de primero el político, después el partido y por último el ciudadano. Hoy se puede afirmar que el PP es el partido más corrupto que ha habido nunca en España, desde que se tienen noticias de que la política podía ser un invernadero para incapaces, pelotilleros y delincuentes. El PSOE fue pisar España en plan legal y empezar a dejar de ser socialista. No ha llegado al nivel de corrupción del PP, la falta de práctica, en la clandestinidad uno no se puede entrenar, pero lo ha intentado. En Andalucía ha dejado el pabellón muy bajo. En cuanto a los partidos nacionalistas que han pintado algo, el PNV lo es tanto, lo de nacionalista, que para él, Sevilla Y Nueva York son dos ciudades del planeta Tierra. Una más cerca que otra, pero ya está. Y del otro partido nacionalista, ¿Qué decir?, a parte que se ha descompuesto de tan podrido que estaba ha dado una lección de cómo se pueden utilizar los anhelos de un pueblo para servir a una familia, algo que desde la Edad Media no se había vuelto a ver. De los comunistas basta con ver lo mal que han hecho lo poco que le han dejado.
Una idea del fracaso que han supuesto los partidos políticos tradicionales la dan dos datos también muy claros.
Uno. A las primeras de cambio los verdaderos liberales se fueron a tomar por el culo. La UCD, incipiente esperanza liberal en España, fue machacada por un franquismo con piel de resignado, todavía poca cintura, que despedía un hedor que en el partido de Suarez a muchos les costó la vida política, empezando por el mismo Suarez.  Se puede decir que UCD se encontró a los liberales, Alianza Popular los cocinó y el PP se los comió. Nunca se ha vuelto a oir hablar de ellos.
Dos. La Monarquía con todo y las equivocaciones y corrupciones padecidas es la institución pública que siempre ha estado más dispuesta a los nuevos tiempos, ahora también. Por encima de los partidos. Algo insólito. Para confirmarlo sólo falta que Urdangarín vaya a la cárcel. Sería un buen indicio de que hay esperanzas de que la Monarquía se modernice todavía más, sobre todo en sus atribuciones, y dejar alguna importante en manos de instituciones elegidas por el pueblo. Veremos. Pero la incompetencia y mediocridad de los partidos políticos le ha dado más protagonismo del deseado.
 La segunda cosa que se puede afirmar después de estos cuarenta años es que ha habido otra institución pública que ha fallado garrafalmente. El pueblo. Nosotros. Salimos apolíticos, “in albis”, alejados de la “res pública”, temerosos, vamos como cabra en biblioteca de la dictadura, y cuarenta años después poco hemos avanzado. Hemos vivido de espaldas a nuestro principal negocio, nuestro país. Hemos pagado impuestos, hemos votado pero no hemos tomado posesión de nuestro país. Ni tan siquiera en el sector más evidentemente nuestro, los sindicatos. Organizaciones que vivían nuestro día a día, que llegaron para defender nuestra inmediatez, nunca han estado en manos de los trabajadores, y ya sé que ha habido sindicalistas golfos, pero esa no es la explicación a su inoperancia y fracaso. La explicación es que no hemos estado en la lucha, no hemos estado presentes en sus organizaciones y han acabado siendo pasto de la apatía y la corrupción.
Nosotros, el pueblo no nos lo hemos creído. Hasta que ha llegado la crisis. Que no es que nos lo hayamos creído ahora si no que nos hemos alarmado sobre manera y hemos salido a las plazas como quien despierta de una pesadilla. Restregándonos los ojos y preguntando ¿Cómo es posible?
Y tras las plazas vienen las reacciones más lógicas: Organicémonos y despidamos a quien no ha sabido dirigir nuestro país. Y en esas estamos. Y para eso han surgido unos partidos que incitan directamente a la participación. Hasta el liberal y derechista C’s se ha hecho consciente y de manera indirecta invita a la ciudadanía a la participación.
Pero es en Podemos donde esa invitación se hace más explícita. El sujeto de ese verbo está bien claro cuál es. Y por si fuera poco evidente las dos iniciativas que recientemente han surgido en su seno siguen insistiendo. Tanto Vamos! como Hacemos no tienen más que un sujeto. Es una decidida llamada a la participación y el empoderamiento del pueblo. Quizás la última. El sistema productivo capitalista está en crisis y mutará. Mutará hacia donde las fuerzas que impulsen la sociedad en ese momento decidan. Y si el pueblo no está serán los partidos políticos, las multinacionales y las corporaciones financieras quienes decidan. Y a buen seguro que en esas decisiones cada uno defenderá lo suyo. Así que si “nosotros” no estamos, seguramente “nosotros” no contaremos. Aprovechemos pues esta última llamada. Declarémonos por fina amos y dueños de este país y luchemos por lo que es nuestro. El tren está saliendo. Igual es el último. Y después hay que salir del túnel andando...o arrastrándose. O no se puede salir.

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