lunes, 10 de marzo de 2014

PODEMOS: Cuando el verbo se hace sujeto



En España hemos dado un estirón. Es lo que a mí me decían de pequeño cuando me encontraba mal. Y era verdad. Después de pasada la pequeña crisis había crecido unos centímetros.
España salió de los cuarenta años de ignominia y represión hace casi cuarenta años. Éramos gobernados a golpe de paternalismo y si hacía falta otros golpes, pues también. Vivíamos  en un país en el que nuestra opinión no le importaba al que mandaba.  Al morir el dictador Franco nos fue dado lo que se dio en llamar La Transición y que yo llamo la Transposición.
Como resultado de ello en el país empezaron a suceder cosas que parecían extraordinarias. El PCE fue legalizado, votábamos cada cierto tiempo para elegir a nuestros gobernantes, las diferentes regiones adquirieron categoría de autonomías y tenían capacidad para gobernarse y había en los quioscos revistas con tías en pelotas.
Teníamos democracia. Un poder legislativo, un poder ejecutivo y un poder judicial. En el 81 lo pasamos jodido pero sólo fue un sarpullido. Y éramos puestos como ejemplo de paso de una dictadura a una democracia de forma pacífica. Por fin estábamos en Europa. OTAN y la UE.
Además empezamos a trepar en las listas de los países ricos e industrializados. Le mirábamos de tú a tú a Francia y hasta nos poníamos gallitos.
Pero habíamos crecido mal y a destiempo. Llegamos a ser demócratas con indicaciones del dictador y con la aparente ayuda de los que antes le sirvieron a él. Eso marca. No se cerraron heridas y sobre todo no se enseñó al pueblo lo que quería decir ser demócratas. No se le enseñó a ejercer la democracia. Hoy no sé si de manera estratégica o si por descuido, no lo sé. Pero no lo sabíamos. Por eso ha pasado lo que ha pasado.
Mientras parecía que el país iba viento en popa a toda vela, los ciudadanos nos preocupábamos de nuestras cosas. Votábamos y a casa. Hasta la próxima. Había políticos de todas las tendencias. Ellos harían su trabajo.
De vez en cuando surgían corrupciones que nos escandalizaban y también parecía que una vez unos políticos y otras veces otros, pedían cuentas y se metía en la cárcel a los corruptos.
Como niños con un juguete nuevo. Durante otros casi cuarenta años.
Pero fuimos despertando del letargo y a no saber diferenciar muy bien un partido de izquierdas de uno de derechas. Nos costaba ir a votar. Los políticos no parecían ser de mucha confianza. Decían una cosa en campaña y después hacían otra cosa. Eso sí, cada vez eran más ricos. Pero no sólo los ministros y su presidente del gobierno. También lo eran los consejeros y presidentes de las autonomías y también los alcaldes de los ayuntamientos. Y sus familias. ¿Quién no conoce al menos a un alcalde que misteriosamente no se haya  enriquecido durante su mandato o mandatos? ¿Cuántos políticos hay en este país que lo único que han hecho en su vida es ser políticos? Y lo peor ¿Cuántos políticos han pagado por fracasar en su trabajo? Aquello olía a chamusquina.
Pero estaba lo de que el país iba a toda hostia. Eso callaba muchas críticas.
Hasta que llegó la crisis. La crisis del crecimiento de la que hablaba al principio. Y como era de esperar los políticos al huso ni supieron ver, ni supieron tratar el problema.  La crisis se ha paseado por nuestro país sumiendo en el paro a millones de personas, dejando sin hogar a miles, obligando a nuestros jóvenes a irse del país y menoscabar conquistas como la sanidad pública y la educación gratuita para todos los españoles. ¿Y mientras que hacía los políticos al huso? Pues seguían con su dinámica de elecciones y promesas falsas. Cobrando sus buenos sueldos, corrompiéndose a tutiplén y ejerciendo su profesión de una manera que algunas veces resultaba surrealista.
No me puedo sustraer a la tentación de contar lo de los 9 del PP en una votación en el Parlament catalán. Fue tal que así:

Se está votando si el pueblo catalán tiene derecho a una consulta en la que decidir sobre su soberanía o no. Una opción sobre la que el PP está en contra. Lo saben hasta los marcianos. Pues 9 diputados del PP votan que sí. Como lo oyen.
Después dicen que se equivocaron. Y escuchen la explicación que dan: Los confundió el jefe de “la clac” de su partido al dar las indicaciones. ¿No les pareció extraño, raro, de alta traición? ¿No son autónomos, con criterio propio? Pues no. Votaron que sí. Si están escandalizados mejor que no piensen en su sueldo y privilegios.

O sea estamos tal que así: La clase medía desgajada, el poder legislativo en encefalograma plano, el ejecutivo trabajando para en el futuro poder colocarse en empresas de postín y el judicial, salvo excepciones  a las que se da matarile, al servicio de los partidos de siempre. Y empieza el crecimiento.
Un 15 de mayo del 2011 nos levantamos con unos centímetros de más en nuestra estatura democrática. Las plazas de España se llenan de indignados. No fue un buen apelativo. Estaban indignados, pero eran ciudadanos que se quejaban porque aquellos a los que habían elegido para gobernar su país, el de ellos, no lo estaban haciendo nada bien. Y además eran unos corruptos. Después crecimos otro poco y dijimos que no a que algunos españoles engañados se quedaran sin hogar y además endeudados para toda la vida por culpa de unos bancos a los que previamente habíamos ayudado con nuestro dinero.  Era tan descarado el robo que desde Bruselas le llaman la atención al gobierno español.
Evidentemente el ciudadano español había cambiado.
La primera muestra de nuestra nueva altura democrática surge en Burgos. En el barrio de Gamonal. Unos ciudadanos le dicen al alcalde qué es lo que puede hacer en su barrio, de ellos, y qué no.
Evidentemente lo que estaba pasando es que por fin el ciudadano español echaba en falta el poder que no había ejercido durante todos estos años y que de pronto parece el único camino que hay para arreglar este desaguisado de incapacidad y corrupción de los políticos que asola el país.
Ejercer el poder ciudadano. Que cada ciudadano tome conciencia de que este país es suyo y que todos los organismos públicos, desde La Casa Real hasta el ayuntamiento más pequeño del país, están a su servicio. Empleados de la ciudadanía, con un cometido por el que cobran muy bien y en el que deben dar lo mejor de sí mismos.  Y del que deben rendir cuenta cada vez que los propietarios de este país, los ciudadanos, así lo exijan.
Empoderarse lo ha llamado la plataforma PODEMOS a este hecho.
Comenzaron pidiendo 50.000 firmas para saber si tenían el apoyo popular, han tenido más del doble. Han llenado los lugares a los que han acudido a explicar su proyecto. Y realmente no han debido dar muchas explicaciones porque este país ya está listo para tomar el mando de su destino.
Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, cabezas más visibles de este proyecto, lanzaron PODEMOS y los ciudadanos han entendido tan bien que han contestado NOSOTROS.

Lo que es raro y extraño es que ante esta petición clamorosa de los ciudadanos, ningún partido al huso, se haya aproximado a ellos, con la intención de enmendarse y ponerse a su servicio. ¿O no es nada raro y extraño y sí la reacción natural de unos representantes adocenados y obsoletos lejos de lo que significa representar al pueblo y escuchar sus peticiones?

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